Y que la
bruma en el vacío toque la calavera del difunto. Y nada teme, pues lo muerto no
hace daño. Son palabras en el viento, son cicatrices en lo humano. Y nada
escucha, es el vacío el lugar donde duermen los sueños, y estos mueren de pena.
Y nada ve, queda ciego al respirar el aire viejo del pasado, y contemplar la
misma historia, y nada cambia. Y nada siente, porque terminó la lucha sin haber
empezado, y es igual y diferente, pero no importa porque nadie queda ya para
morir por la libertad, o por un beso. Y nada ama, porque la destrucción
consumió el fuego y las cenizas enfermaron, y ni una llama se ha salvado del
apocalíptico final. Y tal vez sea mejor así.
sábado, 10 de enero de 2015
sábado, 3 de enero de 2015
Réquiem final
Por Tamara Alonso Agudo
Vuelve tus labios a mi oído
y susurra los colores de la eternidad.
Vuelve tu mirada a la aurora,
fuente divina y vanidad,
o muerte paciente y dolor.
Ya nada importa y el olvido,
cruel, silencioso y voraz
ruge en los campos mullidos
exentos de lucha, en paz.
Siente la ardiente llama,
¿dónde está?
Fugaz calor, sólo un latido,
y frío ha dejado ya.
No hay despertar,
sólo un aullido
que anuncia
ineludible final.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)