Por Tamara Alonso
Este es un microrrelato que escribí hace mes y medio aproximadamente y después me olvidé de él. Hoy he vuelto a leerlo y me ha gustado lo suficiente como para compartirlo.
La noche que quemamos a tu padre
Nunca he visto arder un fuego con tanta intensidad
como el día que quemamos a tu padre. Anochecía ya, y el sonido de los cascos
del caballo sobre la tierra compacta del camino se perdía en la lejanía. A ella
no la volvimos a ver. Lo único que dejó tras de sí fue el cadáver que poco
después se convertiría en ceniza, pero no huyó galopando después de pegarle el
tiro en el pecho que lo mató. Se alejó de allí con paso firme, pero tranquilo, al
fin. Los árboles junto al camino absorbieron la luz para ocultar sus huellas,
aunque ella no miró atrás para cerciorarse.
Cuando tu padre empezó a arder, ella ya había
desaparecido para siempre. No preguntes dónde está, ni si está.
La noche que quemamos a tu padre se desintegraron
también sus pesadillas. No las traigas de vuelta.