miércoles, 22 de abril de 2015

Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión #PequeñosGrandesLiteratos


Si hay un título para clasificar al escritor alemán Michael Ende sería como El Rey de la fantasía, ya que de una forma simple y llana es así.
Ni mucho menos pretendo ser un elogio pernecioso y pomposo en el que me dedique a ensalzar a un autor sin apenas poder tragar las palabras. Sin embargo, Michael Ende nació para crear mundos en los que miles de niños ( y no tan niños) se han perdido, atrapados entre las letras de una forma irremediable. Mi mente sigue recorriendo cada rincón de Fantasía en La Historia Interminable, mi corazón está con Momo, y mi subconsciente en El espejo en el espejo.
Por todo ello, dedico este pequeño homenaje a ti y toda tu obra:



Nunca terminará, como un huracán desbocado o un dragón atrapado en la tela de una araña, como un león en un desierto de colores, como una enorme tortuga en cuyo caparazón dibuja relojes, abriendo puertas que, a cada momento, significan algo nuevo y, cada vez que lo hacen, es como la primera ocasión
En lugar de crear un mundo te atreviste con algo mucho mayor, crear todos los mundos posibles en un mismo lugar, todas las imaginaciones del pasado, del presente y del futuro en un bucle infinito, como un laberinto de espejos, con voz de viento y alas de plata.
Quedé asombrado de todo lo que pudiste hacer y de lo que todavía me queda de averiguar sobre ti.
Y como a mí, enseñaste a que los mundos que creamos pueden ser tan reales como queramos hacerlos.
Sin ningún tipo de límite.
Pero creo que esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.





Para celebrar el Día del Libro un grupo de blogs hemos realizado una serie de reivindicaciones con el nombre de #PequeñosGrandesLiteratos hacia distintos autores. Puedes ver los demás en este enlace.







domingo, 19 de abril de 2015

Alas de Etéreo

por Javier Fernández Calles 

Alas

Y siento que comienzo a volar, como un ángel, como si tuviera alas.
Me elevo sobre todo lo posible, sobre las torres inclinadas de las emociones y las sólidas fortalezas de los pensamientos, alcanzando el cielo que los demás nunca han tocado y admiro maravillado todo lo que se encuentra a mi alrededor. Empiezo a reír y llorar al mismo tiempo, rodeado de aquellas plumas tan brillantes que me alejan cada vez más rápido. Siento el calor cada vez más grande, que inflama mi pecho, hasta que de repente, estalla y el dorado se transforma en oscuridad.
Per, al final, hay un pequeño resplandor. No es un camino, ni mucho menos un túnel, es una especie de fuente y, sin pensarlo, me sumerjo en su matriz, naciendo sobre un lecho de sábanas y almohadones. Comprendo con gusto que las alas siguen a mi espalda, pero en esta ocasión todavía más grandiosas, han nacido otras dos más y, con mis dos pares de alas de belleza sin igual salgo a la calle.
La gente me mira extrañada, nunca habían visto a un ser con alas y, creo, que se sentían intimidados de mi mirada; aunque yo, únicamente les observaba con curiosidad, ya que me parecía adecuado corresponderlos.
Cerré los ojos un momento y todo cambió.
Una pirámide se estaba construyendo delante de mí. Era completamente blanca y los hombres se esforzaban con tanto empeño en construirla que a cada vez que pestañeaba se elevaba diez metros más sobre el polvoriento suelo. Comprobé con gusto que ahora tenía seis alas y todos me miraban con devoción, algo extraño para mí y bebían de mis palabras como si fueran enseñanzas lejanas e importantes.
Me dirigí hacia la cima de la pirámide, dado que podía volar con increíble facilidad no me costó apenas esfuerzo, aunque su altura era tal que tardé más de una hora en alcanzar la cúspide.
Cuando llegué una estatua me observaba. Era exactamente igual a mí, sin embargo, tres de su alas eran blancas y, las otras tres, de un azabache como la noche.
Al volver a mirar comprobé que ahora estaba sobre un pedestal y mis alas eran de luz y sombra.
Y entonces miré con nuevos ojos.
Lo entendí todo.
Y mis alas cubrieron el mundo.

jueves, 9 de abril de 2015

Resurrección

Por Tamara Alonso Agudo 

A morir vengo a este río oscuro,
 y se me mojan los pies
con las lágrimas de ayer.

Todo cuanto toco es humo
y en el ocaso vuelve a desaparecer.
Que son todas las figuras el viento,
y el sonido al amanecer.

Si ya no miro al cielo,
si vuelvo la vista al suelo,
si clavo mis pies
y al vuelo
cojo aire y tomo aliento,
y me convierto en un ser nuevo.

Ya dejo atrás el miedo.
Ya comienzo a respirar
y con nuevos colores veo
el mundo que dejé allá.