domingo, 19 de abril de 2015

Alas de Etéreo

por Javier Fernández Calles 

Alas

Y siento que comienzo a volar, como un ángel, como si tuviera alas.
Me elevo sobre todo lo posible, sobre las torres inclinadas de las emociones y las sólidas fortalezas de los pensamientos, alcanzando el cielo que los demás nunca han tocado y admiro maravillado todo lo que se encuentra a mi alrededor. Empiezo a reír y llorar al mismo tiempo, rodeado de aquellas plumas tan brillantes que me alejan cada vez más rápido. Siento el calor cada vez más grande, que inflama mi pecho, hasta que de repente, estalla y el dorado se transforma en oscuridad.
Per, al final, hay un pequeño resplandor. No es un camino, ni mucho menos un túnel, es una especie de fuente y, sin pensarlo, me sumerjo en su matriz, naciendo sobre un lecho de sábanas y almohadones. Comprendo con gusto que las alas siguen a mi espalda, pero en esta ocasión todavía más grandiosas, han nacido otras dos más y, con mis dos pares de alas de belleza sin igual salgo a la calle.
La gente me mira extrañada, nunca habían visto a un ser con alas y, creo, que se sentían intimidados de mi mirada; aunque yo, únicamente les observaba con curiosidad, ya que me parecía adecuado corresponderlos.
Cerré los ojos un momento y todo cambió.
Una pirámide se estaba construyendo delante de mí. Era completamente blanca y los hombres se esforzaban con tanto empeño en construirla que a cada vez que pestañeaba se elevaba diez metros más sobre el polvoriento suelo. Comprobé con gusto que ahora tenía seis alas y todos me miraban con devoción, algo extraño para mí y bebían de mis palabras como si fueran enseñanzas lejanas e importantes.
Me dirigí hacia la cima de la pirámide, dado que podía volar con increíble facilidad no me costó apenas esfuerzo, aunque su altura era tal que tardé más de una hora en alcanzar la cúspide.
Cuando llegué una estatua me observaba. Era exactamente igual a mí, sin embargo, tres de su alas eran blancas y, las otras tres, de un azabache como la noche.
Al volver a mirar comprobé que ahora estaba sobre un pedestal y mis alas eran de luz y sombra.
Y entonces miré con nuevos ojos.
Lo entendí todo.
Y mis alas cubrieron el mundo.

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