domingo, 17 de febrero de 2013

Mascarada


Por Tamara Alonso Agudo 

-Solo digo que si contrata nuestros servicios se podrá ahorrar hasta un treinta por ciento en la factura de su móvil, escuche- el tele-operador paró de hablar por un instante, justo entonces sonaron dos disparos- oiga, oiga, ¿qué ha pasado? ¿Se encuentra bien?- el tele-operador no obtuvo respuesta, sonó un crujido y se cortó la comunicación.
Mike, Tomy, Jeff y Lisa estaban escuchando la grabación del momento en el que se produjeron los disparos en una centralita de compañía móvil.
Los cuatro eran agentes federales, Michael “Mike” Collins era el jefe del equipo, a los ojos de sus compañeros era un triunfador, realmente le admiraban. Había escrito varios libros con los que había hecho una notable fortuna, además en su trabajo era el mejor, siempre tenía razón y ninguno de sus compañeros le había visto equivocarse con un sospechoso, sabía cuando mentían y si él decía que alguien era culpable es que lo era. Si no había pruebas que lo incriminaran entonces se ponía al trabajo y no descansaba -ni dejaba descansar a los demás- hasta encontrarlas. Nunca hablaba de su vida personal y tenía razones para ello, razones que sus compañeros jamás llegarían a adivinar.
Le mandaron la grabación a Amy, la científica forense y, efectivamente, ella confirmó que se trataba de disparos reales y que sospechaba que el crujido podría ser el sonido del móvil al chocar contra el suelo.
Amy McCallum era una chica alocada y divertida, a primera vista no parecía una científica forense ya que su aspecto era el de una universitaria rebelde y no el de una empleada del gobierno. Además vestía de forma extravagante y en su laboratorio siempre sonaba la música a todo volumen, lo que hacía dudar de su profesionalidad a quien no sabía de ella. Pero nada más lejos de la realidad, pues sus compañeros, que la conocían de verdad, sabían que Amy era la mejor en su trabajo, la más eficiente, rápida y además siempre estaba disponible porque trabajaba doce horas diarias.
Lisa averiguó el domicilio en el que vivía el propietario del teléfono móvil, un marine llamado Bradley Scott, y los cuatro se desplazaron hasta la dirección dada. Una vez allí llamaron a la puerta, nadie abría ni se escuchaba nada, Jeff miró por la ventana y vio un cuerpo, yacía boca abajo tendido sobre un charco de sangre.
Jeff Langer era el siguiente después de Mike con mayor rango y no paraba de repetírselo a sus compañeros, sin duda alguna era un buen agente aunque sus bromas no siempre eran bien recibidas por parte del equipo. Admiraba mucho al actor Sean Connery y continuamente le imitaba actuando como en alguna de sus películas. Además de actuar el agente Langer también cantaba canciones de Frank Sinatra, a quien llamaba “ojos azules”. Jeff era como un niño grande y sus compañeros siempre le veían vaguear pero a la hora de la verdad muchas veces había obtenido más información que ellos, algo que nunca llegaban a explicarse. 
Lisa Burton era la última incorporación al grupo, había estudiado en el M.I.T. informática y matemáticas, era como un hacker en versión legal -excepto cuando Mike le hacía romper las reglas-, formaba un gran equipo con Amy y ellas dos habían resuelto cantidad de problemas informáticos, además de desencriptar mensajes, documentos, direcciones, etc. Antes de comenzar a investigar crímenes con el equipo de Mike, Lisa había pertenecido a una sección de operaciones secretas en las que además de ofrecer sus capacidades como informática, había ejercido como francotirador obteniendo unos excelentes resultados.
Tomy llamó a David, el médico forense, mientras Mike, Jeff y Lisa tomaban las fotos del escenario del crimen y examinaban la casa en busca de pruebas.
Tomy Werth era el músculo del equipo, sabía cuatro tipos de artes marciales y te podía tumbar en el suelo sin ni siquiera darte cuenta, era silencioso, rápido y muy efectivo. Además de poseer unas increíbles habilidades para la lucha, tenía memoria fotográfica y estaba intentando aprender algunos aspectos de informática desde que comenzara su relación con Amy, la científica forense, desde hacía ya cinco meses. El agente Thomas era además simpático y bien parecido, caía bien a todo el mundo. Pertenecía a una familia millonaria de la que heredaría una gran fortuna cuando, según sus padres, honrara a su familia trabajando en un lugar en concordancia con su posición social, algo que Tomy ni siquiera había llegado a plantearse.
Al lado de las esquirlas de cristal de una mesita de café encontraron un móvil aplastado, aunque tal vez Amy pudiese salvar la memoria del teléfono. Había signos de lucha en la habitación, los pedazos de cristal esparcidos por la alfombra, algunas marcas de defensa en los brazos de la víctima y otras tantas en sus nudillos de golpear.
Después de veinte minutos el médico forense, el doctor David Sanders, llegó junto con su ayudante Ryan Wells.
El doctor David Sanders era un veterano en la agencia, ya tenía la edad de jubilarse pero insistía en seguir trabajando. Además de ser un excelente forense también se había licenciado en psicología, así cuando se necesitaba, trazaba perfiles de asesinos para facilitar su búsqueda. David poseía una mente enciclopédica que más de una vez había ayudado a resolver casos. Su manera de trabajar incomodaba a algunas personas pero sus resultados eran excelentes. Pero por eso mismo fue difícil encontrar un ayudante hasta que apareció Ryan. El doctor Sanders no estaba casado, cuidaba de su hermana que tenía una enfermedad incurable y de sus dos gatos persas  Héctor y Amanda.
Como cada día, el doctor y su ayudante llegaban discutiendo, esta vez era sobre las calles y su nomenclatura. Ryan sacaba la camilla para el cuerpo mientras David cogía su equipo, cuando los dos estuvieron dentro de la casa, se dispusieron a dar la vuelta al cadáver. Para su sorpresa y la de todos, era un puñal el arma que había acabado con la vida de aquel joven y no las balas de una pistola. De todas maneras revisaron milímetro a milímetro el cuerpo del marine sin encontrar orificio alguno que hubiese podido producir un balazo, tampoco había rastro de casquillos en la habitación. Pero debían ser concienzudos, además si Amy decía que los disparos eran reales es que de verdad lo eran, así que se pusieron manos a la obra y, utilizando una sofisticada técnica con una luz especial comprobaron desde dónde se realizaron los disparos, era a pocos pasos del cadáver.
Lo descubierto hasta ahora estaba complicando todo, las cosas no encajaban. Sabían que este caso les llevaría de cabeza y que necesitarían emplearse a fondo para descifrar todo el embrollo pero a todos les gustaban los retos y debían encontrar a un asesino.
Trasladaron el cadáver a la morgue, donde el doctor Sanders haría la autopsia, y las evidencias encontradas al garaje de pruebas. Lisa buscó la hoja de servicio de Bradley Scott como era habitual, cuando vieron la fotografía de la hoja comprendieron que esto se complicaría aún más si cabe. El marine que aparecía en la fotografía de la hoja de servicio no se correspondía con el cadáver del depósito.
Bajaron a autopsias, tomaron las huellas dactilares de la víctima y las cotejaron con una base de datos. Mientas esperaban un resultado avisaron de que el muerto no era Scott para no darle la noticia de su fallecimiento a su esposa, Stefanie Scott, que estaba de viaje. Pero si que la avisaron de que debía ir lo más rápido posible a la agencia para hacerle unas preguntas.
Llegó a las instalaciones, Mike y Tomy le indicaron la sala de reuniones. Le informaron de lo sucedido y le dijeron que tenían que hacerle unas preguntas pero que no tenía por qué preocuparse ya que eso era habitual en una investigación. Preguntaron su paradero durante el suceso y si tenía alguna idea de dónde podría estar su marido, ella facilitó el nombre del hotel de New Hampshire y respondió negativamente a la segunda pregunta. Cuando le enseñaron la fotografía del cadáver aseguró no haberlo visto nunca, aunque Mike estuvo seguro de que la mujer mentía. Dejaron el por qué de la mentira para más tarde y comprobaron su coartada para la noche del viernes al sábado, vieron también sus llamadas, había hecho una llamada a su marido un cuarto de hora antes de la muerte del desconocido y tres más después de esa a otro número.
Lisa encontró al dueño del teléfono móvil, era otro marine llamado Johan Craig. Justo en ese momento Amy llegó corriendo con lo que parecían buenas noticias, y realmente lo eran, el cadáver de autopsias era el mismo Johan Craig, al que Stefanie Scott había llamado tres veces antes de su asesinato y al que había asegurado no conocer.
El doctor Sanders ya había terminado la autopsia, era evidente que Craig había peleado con alguien por todas las marcas que tenía en su cuerpo, pero había unas que le desconcertaban hasta que descubrió que fue lo que pasó. Una de las marcas estaba en la cara entre el cuello y la barbilla y las otras eran marcas de quemaduras producidas por un cordón en las dos manos. David averiguó que Craig estaba asfixiando a alguien con un cordón, la víctima se intentaría defender apretando el cuello de su agresor, produciéndole esa marca.
Tomy averiguó que Craig y Scott habían servido juntos en Iraq y que, anteriormente, se habían llamado mutuamente por lo que debían ser amigos. Con esto ya tenían suficientes motivos para interrogar a la señora Scott, pero todavía había más; habían descubierto en los extractos bancarios del señor Bradley Scott una suma extraordinaria de dinero que acababa de recibir. Stefanie se mostró sorprendida de tener que volver y aún más cuando le dijeron que “la entrevista” se llevaría a cabo en la sala de interrogatorios.
-¿Conoce usted a este hombre? –Preguntó Mike ante la sorpresa de Stefanie.
-No, ya le he dicho que no. ¿Por qué me lo vuelve a preguntar? –La señora Scott seguía negándolo-.
-Miente. Este hombre –dijo señalando la fotografía- se llamaba Johan Craig, cabo Johan Craig, ¿le suena?
-Sí, bueno, puede que le hubiese visto una o dos veces, tal vez fuese amigo de mi marido –Mike la tenía acorralada, así que hizo una pausa de unos segundos antes de hacerle la siguiente pregunta-.
-¿Cuándo empezó a verse con el cabo Craig? Señora Scott.
-¿Qué? Yo no, yo no… ¿De dónde se saca eso?- Mike había dado en el clavo aunque Stefanie lo negara primeramente.
-No se moleste en negarlo, lo sabemos. Además, la podemos acusar por mentir durante una investigación criminal.
-Que yo sepa a los sospechosos no se les puede acusar por tal cosa.-Dijo con una sonrisa de satisfacción.
-Usted no es sospechosa -cortó secamente Mike-.
-Si no me van a acusar de nada, tengo cosas que hacer.- Hizo un amago de levantarse.
-¡Siéntese!- Mike comenzaba a impacientarse así que aceleró el proceso.- Podrá irse en cuanto conteste a nuestras preguntas. ¿Desde cuándo se veía con el cabo Craig?-repitió, y le lanzó una de sus típicas miradas, una mirada de hielo, una de esas que hacían hablar hasta al sospechoso más fuerte y temblar hasta al criminal más despiadado.
La señora Scott se dio cuenta en seguida de que responder era su mejor opción. Fue durante una misión en el extranjero de su marido cuando empezó su relación con Craig. Mike empezó a atar cabos y abandonó el interrogatorio dejando a Stefanie boquiabierta. Ordenó que encontraran a Bradley Scott, pero no hizo falta salir a buscarle, se había presentado allí para contar todo lo que sabía.
Bradley empezó a contar desde el principio. Hacía ya tiempo que sospechaba que su mejor amigo en el cuerpo de marines había establecido una relación con su mujer pero no estuvo seguro hasta que un día, poco antes de lo sucedido, les escuchó hablar por teléfono. Decían que ese fin de semana, en el que cobraría la herencia de su tía moribunda de casi un millón de dólares, ella se iría de viaje y Craig le mataría haciéndolo pasar por un robo. Con el poco tiempo que tenía elaboró un plan para ganar tiempo y desenmascararlos, Scott fingiría su asesinato, de manera que dispararía a un chaleco antibalas para no dejar rastro de ellas ya que luego, al analizarlas, se darían cuenta de que no tenían restos de sangre y que él no estaba muerto. Dejaría pasar unos días hasta reunir las pruebas suficientes para que les detuvieran, pero algo en su plan falló.
Craig y su mujer decidieron adelantar la operación, Scott llamó al tele-operador pidiendo que le llamase a cierta hora, cuando este llamó él disparó dos veces al chaleco. Justo en ese momento apareció Craig dispuesto a matarle, Scott soltó el móvil y empezaron a forcejear, sin darse cuenta lo pisotearon, Craig le empujó contra la mesita y las esquirlas de cristal se le clavaron en espalda y en el costado derecho. Aún así siguió peleando, cayeron al suelo, Johan le estrangulaba y Bradley intentaba zafarse de él. En un último intento desesperado de conseguir una bocanada de aire, cogió el puñal que escondía siempre en la cintura. Con todas las fuerzas que le quedaban, aún sin oxígeno, arremetió contra su adversario, notó cómo el cuchillo entraba dentro de las carnes del que poco antes había creído su amigo, sintió como sus manos aflojaban poco a poco su cuello y pudo respirar, tomar el aire que el hombre que ya no reconocía, no podría volver a inspirar, puesto que había muerto.
Mike volvió a la sala de interrogatorios con Stefanie, esta esperaba que la liberase, algo que distaba mucho de su intención, y la detuvo.
Jeff y Lisa acompañaron a Bradley a su casa y este les invitó a un café aunque la casa estaba hecha un desastre. Los agentes Burton y Langer se sentaron en la sala contigua a la cocina mientras Scott preparaba el café. Encendió la cafetera y un olor comenzó a invadir la estancia inmediatamente.
-¡Vaya! Huele a almendras- dijo sorprendido.
-¿Almendras?- se alarmó Jeff- ¡Corred! Tenemos que salir de aquí –los arrastró a la calle y cerró la puerta rápidamente-.
-Se nota que no te gustan las almendras ¿eh? –Se burlaba Lisa sin saber lo que en realidad estaba pasando-. Pero Jeff no le escuchaba, estaba llamando por teléfono a Mike.
-Sí, le han intentado envenenar y de paso a nosotros que estábamos con él. Con cianuro, avisa a Amy. Sí, todos bien. No hace falta, de verdad. Está bien. Adiós.
Jeff comunicó que, lo que en principio parecía el olor de simples almendras, era en realidad cianuro, y que debían esperar a una ambulancia porque Mike quería asegurarse de que no habían sufrido daños.
Alguien estaba intentando matar a Scott, pero ¿quién? Su mujer estaba detenida y Craig estaba muerto. Bradley dijo que Craig tenía una novia, al menos antes de empezar a “salir” con su mujer, así que avisaron a Tomy para que la encontrase. Habían pasado unos pocos minutos cuando ella apareció de la nada con una pistola, apuntaba a Scott a la cabeza y empezó a gritar que Bradley había matado a Johan y que debía pagar por ello. Jeff y Lisa intentaban calmarla para ganar tiempo, aunque no fuera demasiado.
-No hagas algo de lo que después te vayas a arrepentir –le dijo Lisa- suelta el arma y lo hablaremos.
-¡No! Vosotros no hacéis nada. Él le mató y está aquí, libre –dijo. Y disparó.
Afortunadamente, no tenía tanta puntería como rabia acumulada y no hirió a ninguno de los tres. Mike llegó en ese preciso momento, se bajó del coche, se acercó a ella y le leyó sus derechos:
-Tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga puede ser utilizado en su contra ante un tribunal. Tiene derecho a un abogado, si no puede costeárselo se le asignará uno de oficio… -Dijo mientras le ponía las esposas -.
Mike la interrogó, le preguntó si sabía que su novio había estado engañándola con la mujer de Scott. Ella se rió y dijo que su novio nunca la había engañado porque ella sabía todo, es más, ella lo había planeado todo.
Scott había contado hacía unos meses a Craig la herencia que recibiría de su tía, Craig se lo contó a su novia y los dos planearon robarle la herencia y fugarse a México (todo un cliché). Él engañaría a Stefanie para luego convencerla de que se iría con ella si conseguía la herencia de su marido. Ella no quería mancharse las manos de sangre y Craig decidió que un hombre más en su lista no cambiaría mucho.
Al fin habían resuelto el caso, así que se marcharon a casa, todos menos Mike que se quedó en su mesa de despacho, a oscuras recordando una y otra vez el mismo momento. Atormentándose para no dejar que el olvido se apoderase de sus recuerdos, para ver en su mente, con total nitidez, aquella escena. Una lágrima escapó de la cárcel de sus ojos y rodó por su mejilla hasta mojar la fotografía que sostenía entre sus manos. El sufrimiento que se acumulaba en su corazón le ordenó recordar una vez más aquel aciago día. Recordó el lejano parque nevado, dos figuras, reconocía a una de ellas. Su mujer, su pelo negro resaltaba entre la blancura de la nieve, estaba de rodillas y gritaba, sujeta por la otra figura, cuya sombra reconoció al instante aunque desearía no hacerlo, era un asesino. Él corría pero no avanzaba lo suficientemente deprisa, era como una pesadilla. Sonó un estruendo, el que se llevaría dos vidas, porque sin ella Michael era un ser vacío. Llegó allí a tiempo de ver como la otra figura desaparecía entre las sombras de los árboles, los guardianes de la noche. La sangre de su esposa teñía de rojo la nieve, la abrazó y lloró sobre su regazo manchándose él también de su sangre.
Con este recuerdo en su mente se durmió, como cada noche, para que cuando encontrase al asesino de su mujer sintiese la misma rabia, el mismo odio que sintió ese día y sus sentimientos no se fueran disipando con el tiempo. Aunque al día siguiente se volvería a poner la máscara de persona feliz y completa, por debajo de ella seguiría siendo el mismo hombre ansioso de venganza, ansioso de ver abandonar la sangre del asesino poco a poco su cuerpo, de ver cómo la vida se le escapa entre los dedos y sus ojos se vuelven vidriosos, esperando una pista, una equivocación, una oportunidad. 

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